HOMILIA DE SU EXCELENCIA, EL ARZOBISPO
EN LAS VISPERAS DE LA SOLEMNIDAD DE MARÍA MADRE DE DIOS Y FIN DE AÑO
Basílica de San Pedro, Habbo ES.
Queridos Hermanos y Hermanas:
En esta víspera solemne, nos reunimos para dar gracias a Dios y mirar hacia la figura de María, la Madre de Dios. Su título, Theotokos, "Madre de Dios", no solo es un honor para ella, sino una proclamación del misterio central de nuestra fe: que el Verbo eterno de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros.
María, en su humildad y confianza, se convirtió en el canal por el cual Dios se hizo cercano a nosotros. Su "sí" al plan de Dios nos enseña la importancia de la disponibilidad a la voluntad divina. Ella no entendió todo en ese momento, pero confió plenamente.
Hoy, al celebrar esta solemnidad, somos invitados a imitar su fe. En un mundo lleno de incertidumbres, como el que enfrentamos en 2024, María nos recuerda que la paz verdadera se encuentra al acoger a Cristo en nuestro corazón. Ella es modelo de entrega y esperanza, invitándonos a contemplar a su Hijo como la fuente de toda bendición.
Que al iniciar un nuevo año, nos acerquemos a Jesús con el mismo espíritu de confianza y amor con el que María lo acogió. Pongamos en sus manos nuestros planes, nuestras alegrías y nuestras preocupaciones. Que ella interceda por nosotros y nos guíe siempre hacia Él.
Al cerrar el año 2024, nos detenemos para mirar atrás con gratitud y hacia adelante con esperanza. Este ha sido un tiempo de desafíos y también de oportunidades para crecer en comunidad y en fe.
A lo largo de este año, hemos experimentado las luces y sombras propias de la vida, pero en todo momento hemos contado con la certeza de que Dios camina a nuestro lado. Él nos ha sostenido con su gracia, nos ha dado fuerza en la dificultad y nos ha alegrado con sus bendiciones.
Hoy, al despedir el año, es un buen momento para reflexionar: ¿qué frutos hemos dado? ¿Cómo hemos servido a los demás? ¿Hemos buscado construir un mundo más justo y fraterno?
Que el 2025 sea un año donde sigamos creciendo en amor, justicia y paz. Pongamos en manos de María, la Madre de Dios, nuestras esperanzas para el futuro. Ella, que guardaba todas las cosas en su corazón, nos enseña a confiar plenamente en los planes de Dios.
Concluyo este mensaje deseándoles a todos un año nuevo lleno de bendiciones. Que la paz de Cristo reine en sus hogares y que el Espíritu Santo ilumine sus pasos.
Así sea.